Hace tiempo que se viene hablando de las peculiaridades de España respecto a sus hábitos a consecuencia de no estar en el huso horario que por latitud nos correspondería. Usamos la hora Europea Central, cuando la mayor parte de nuestro territorio cae dentro del área de influencia del Meridiano de Greenwich. Por geografía, la península debería tener la misma hora que la Comunidad Canaria. Con nosotros, varios países de nuestro entorno, tomaron la decisión de cambiar la hora en los años cuarenta del pasado siglo y España, Francia, Reino Unido y Portugal, unificaron su huso horario. Tras la segunda guerra mundial, UK y nuestros vecinos portugueses volvieron al original, mientras que Francia y nosotros mantuvimos el cambio.
Hace unas semanas que se ha reabierto el debate sobre nuestro huso tras la consulta de la Unión Europea a los ciudadanos sobre el mantenimiento del cambio de horario de verano/invierno, con el compromiso de estudiar la opción resultante de la encuesta. Si se tiene en cuenta la cantidad de participantes en relación a los habitantes de la UE, la verdad es que la participación fue bastante baja, pero desde los organismos europeos se comprometieron a estudiar lo que saliese de ella, independientemente a la participación. Y claro, si preguntas a alguien si quiere que le sigan incomodando cada cierto tiempo, pues lo lógico es que el resultado sea un rotundo: a mi no me moleste, que bastante tengo ya con lo mío. Así que ahí tenemos a la UE planteándose dejar de hacer el cambio de horario a partir de 2020 y que cada país elija si se queda el de verano o el de invierno. Lo cual, para el nuestro, sería una oportunidad de volver al que nos corresponde geográficamente, con lo que en España el “debate” (entre comillas porque tampoco es que sea muy intenso) es doble. Además de si cambiamos o no, con cuál nos quedamos, si con el que tenemos o con el que deberíamos tener por longitud.
No habrá cambios radicales de hábitos
Junto a esta “polémica”, los comercios y establecimientos de hostelería se hacen la pregunta que da título a este post, ¿Cómo va a afectar todo esto a la conducta de consumo? Pues creo que, a corto plazo, seguramente menos de lo que nos imaginamos, a largo plazo puede que algo más, pero nos iremos adaptando todos poco a poco, establecimientos y clientes. Pienso que no habrá cambios radicales de hábitos. Explico con un poco más de detalle cómo llego a esta conclusión.
Tenemos un sistema encargado de regular los ciclos vigilia sueño. La glándula pineal, productora de la melatonina, es una glándula endocrina que compartimos con casi todos los vertebrados y la responsable de regular estos ciclos, por tanto, la culpable de que tengamos el famoso jet lag cuando viajamos a otros husos horarios y también de que unas personas sean más sensibles que otras a estos cambios. Efectivamente, hay personas a las que les afecta más y otras a las que nos afecta menos, tanto un cambio de varias horas como el que hacemos dos veces al año para cambiar de horario de invierno al de verano y viceversa. Es cierto que hay personas a las que el cambio de hora les deja unos días un poco “tontos”, pero a pesar de eso, no deja de ser un mecanismo que se regula bastante rápido y máximo en una semana en los viajes en los que se avanzan o retroceden varias horas, ya estamos completamente adaptados. El problema, y a veces muy serio, lo tienen los que por diferentes motivos están continuamente viajando cambiando de huso horario, pero no tanto los que lo hacen puntualmente. Unos días malos y todo bien.
Adoptemos el horario que adoptemos, nos adaptaremos rápido y de forma poco traumática
Quiere decir que, adoptemos el horario que adoptemos, nos adaptaremos rápido y de forma poco traumática. Resultará extraño los primeros días en los que tocase hacer el cambio de hora y este no se haga, puesto que veremos amanecer y anochecer a horas diferentes a otros años en la misma época, pero nada más. Cambiar de horario no significa, necesariamente, un cambio de hábitos.
Usted y yo hacemos cosas diferentes en verano porque estamos de vacaciones, no porque hayamos cambiado la hora. Cierto es que en nuestro horario de verano anochece mucho más tarde y “apetece”, como se suele decir, salir a la calle. Pero no es menos cierto que, ya de por sí, nuestros hábitos son mucho más tardíos que en otros países. Comenzamos el día más tarde, comemos más tarde, también cenamos más tarde y dormimos más tarde que otros países de nuestro entorno, pero parémonos a pensar, ¿lo hacemos así por nuestro huso horario?
Mis hábitos diarios no son los que son por la hora a la que amanece, sino por la hora a la que me levanto
La causa lejana sí puede ser nuestro horario, pero mis hábitos diarios no son los que son por la hora a la que amanece, sino por la hora a la que me levanto. Es decir, nuestros hábitos son los que son, porque así los hemos aprendido (ya sea por opción o por obligación). Con lo que, cambiando el horario, resultará extraño hacer cosas de noche cuando antes era de día y al revés, exactamente lo mismo que ahora en los días en torno al cambio de hora, pero no por ello dejaremos de hacerlas. Los hábitos son aprendizaje y repetición y eso llevamos toda nuestra vida haciéndolo sin que le afecte el cambio de hora.
Así que, por mucho que adoptemos el huso horario de Londres, seguiremos comiendo a nuestra hora y no a la de “los guiris” y seguiremos extendiendo el prime time hasta las doce de la noche, no porque las televisiones sean malvadas y nos quieran tener cansados a la mañana siguiente, sino porque son las horas a las que nos sentamos delante del televisor, ya veamos un programa en la televisión, o una película en Netflix o HBO.
El aprendizaje tiene un peso muy importante en la ejecución de las conductas para el ser humano. Si no, que se lo digan a un fumador tratando de dejarlo. El efecto adictivo del tabaco desaparece en relativamente poco tiempo, sin embargo, al exfumador, durante toda su vida, le apetecerá el cigarrillo después de comer o se encontrará que en determinadas circunstancias “no sabe qué hacer con las manos”. Igual le ocurre a los adictos tras su proceso de desintoxicación, en el que logran con muchísimo esfuerzo dejar la sustancia, pero durante toda su vida deben evitar volver a tener contacto con ella, porque en el momento que lo hagan recaen. No es que nuestros hábitos de consumo sean adicciones, ni mucho menos, pero son ejemplos los anteriores del fuerte peso que el aprendizaje tiene en la conducta. El adicto aprende a asociar la conducta de consumir con determinadas situaciones y eso hace que al esfuerzo enorme de dejar la adicción, haya que sumarle el resistir a todas situaciones que le recuerdan al consumo durante el resto de su vida.
En las conductas de consumo tiene también un peso importante el aprendizaje
Ya sabemos que eso que llamamos comprar es una conducta como otra cualquiera dentro del repertorio del ser humano, por tanto, es lógico pensar que en las conductas de consumo tenga también, de hecho, lo tiene, un peso importante el aprendizaje. Si en España tenemos costumbre de comer tarde y cenar también tarde en relación a otros países de nuestro entorno, el que la altura del sol sea diferente porque hemos cambiado nuestro huso horario afectará poco a nuestro hábito de comer a determinadas horas, seguiremos haciéndolo a la hora de siempre. Adelantar la hora a la que nos levantamos, como mucho, influirá en que tengamos más hambre “a la hora de comer” o en que necesitemos tomar algo a media mañana, pero madrugar más no va a hacer que adelantemos nuestro horario de comidas o la de ir al trabajo.
Por eso decía al principio que a corto plazo supondrá pocos cambios en nuestra rutina. Los días posteriores al cambio para algunos supondrá un pequeño desajuste, pero no mayores que los vividos hasta ahora. Tengo una amiga gallega que, durante los años que vivió en Andalucía, no entendía por qué en el sur la gente cancela planes cuando llueve. Como llueve muy poco, nos resguardamos, mientras que los que viven en el norte, que llueve con más frecuencia, están más que acostumbrados a hacer su vida con el agua. ¿Es el sol el que hace que en verano salgamos más? No, es que nosotros hemos asociado los hábitos estivales a las “tardes largas”. Quizá los primeros días en el cambio de hora nos quedemos en casa, pero “la cabra tira al monte” y terminaremos echando de menos salir, aunque anochezca antes.
¿Eso quiere decir que no cambiará nada? Nada, nada, tampoco, pero lo que no ocurrirá es nada drástico. O sea, no se va a producir el último cambio horario y a la semana siguiente vamos a tener “hábitos de guiris”. Esos cambios, si se producen, vendrán de forma lenta y paulatina, por tanto, los hosteleros tienen poco que temer al respecto, porque se podrán adaptar a ellos poco a poco. Cosa diferente es que alguno viva pensando en que nada cambiará nunca, pero ese es otro tema que nada tiene que ver con los hábitos y costumbres del ser humano, sino precisamente con ignorar como somos y pensar que todo siempre va a seguir como era, si hay algo seguro en nuestra especie eso es el cambio constante.
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